Dedicado a mi suegro
Hoy la mamá nos llevó a la feria de Simoca. El papi había acabado de cobrar el
jornalito, que ya ni papa ni mandioca quedaban. Ni yerba quedaba y, yo no, pero los
chiquitos lloran de noche cuando no hay.
A mí me gusta la Feria porque entonces la mamá me deja arriar el burro porque soy el mayor. Nube es mi burro y yo lo quiero, aunque no es muy entendido.
Al Nube se lo regaló el patrón al papá cuando yo nací. Dicen que se echaba cerquita de mí cuando hacía frío y así dormíamos los dos. Por eso es como mi hermano.
A veces, cuando la mamá se enoja me dice que soy burro como él.
Una vez teníamos que ir donde el papá que tenía un trabajo en la Ciudad. Habíamos de tomar el tren de la tarde. Cargamos a los chiquitos con las mantas y los morrales sobre mi burrito. Pero él, acostumbrado como está a tomar el otro camino, el que va a la ladera del cerro a pastar, no quería ir a la estación.
Cuando llegamos el tren se había ido y hubimos de tomar el de la noche.
Pero el papá pensó que veníamos al otro día y se fue.
Hubimos de pasar la madrugada y el día en la estación y gracias a Dios y a la Virgencita que el hombre de ahí nos dijo que el papá nos había estado esperando y nos dio lugar donde quedarnos, en la sala de espera.
Así de poco entendido es el Nube.
Así de bruto soy yo para las cuentas y la lectura. Sí me gusta la geografía y las ciencias naturales.
El profesor Marcos dice que soy inteligente. Una vez, cuando yo no iba a la escuela, vino a casa. Estuvo charlando con la mami y al otro día me trajo un par de zapatillas y juntos andamos hasta el colegio.
En el camino, me fue conversando de muchas cosas: hay un país donde las calles son de agua y la gente cruza en botes. Él estuvo. Hay otro que las vacas andan por la calle como si fueran perros y nadie las carnea para el asador.
Me preguntó qué que quería ser yo de grande y le dije que nose, pero ahora creo que me gustaría ser como él y leer libros con dibujos de pintores como él me mostró.
En el colegio hice amigos. Mi mejor amigo es el Ramón el hijo del almacenero. El papá habla mal de su papá, sobre todo cuando anda picado, pero a mí no me importa.
También más antes de ayer me agarré a piñas con los mellizos del Cándido, que le andaban molestando a la Iona.
Me dieron una buena y encima, cuando llegué a casa con la camisa rota hube de ligar de nuevo. Igual, no me importó. La Iona siempre es buena conmigo y me convida pasteles de batata que le hace su abuela. Ella sí ya escribe de corrido y siempre levanta la mano primera.
Cuando nos separaron sus ojos me miraban llenos de estrellas.
Ella también estaba en la feria, pero cuando me vio agacho la cabeza y se puso colorada. Es porque su mama estaba al ladito y no la deja hablar con los changos.
A lo lejos vi al profesor Marcos. Estaba comiendo una empanada frita. Cuando me vio me llamó y yo, que estaba luchando con una gallina bastante enrevesada, dejé todo y me abrí paso donde él como pude.
Olía a aster iave que es un perfume muy lindo que se compra en Buenos Aires, nos contó.
Sin decirme nada, me dio la carta de la Iona.
¿Querés ser mi novio? -decía con su letra parejita.
¡ La pucha que vale haber aprendido lectura!
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