Yerbas Literarias- Un espacio para disfrutar

Los críticos critican lo que los hacedores hacen.Y, siempre,pero siempre, se quedan mirando al borde del camino.Será por eso que prefiero la palabra escrita a la palabra hablada. Sabe Dios cuántas veces un personaje dice o hace lo que su autor no puede. O cuántas veces más un verso, una palabra o una imagen resuelven tantas horas de fatigadas cavilaciones. De tal suerte, es desde este ser y de este hacer que salen las historias.Historias que te cuento, historias que me cuento, como cuando niños. Historias impresas en el cuero, en lo profundo del alma. De niña imaginaba que los escritores eran señores importantes pertenecientes al pasado. Todos ellos muertos, sabios y lejanos.Ya en la adolecencia el escritor pasó a ser para mí una especie de Robinson Crusoe iluminado. El artista era un ser raro, un elegido de las musas, que tocado por la varita mágica de la inspiración llegaba desde su soledad esclarecida hasta nosotros, simples mortales.Hoy se que todos tenemos una historia que contar y que escuchar. Una historia escrita en nuestros cuerpos, en nuestros días y en nuestras almas.Para toda boca hay una oreja y viceversa. Nuestras vidas se nutren de estas vidas de tinta que anidan en el papel. Sin ellas nuestro mundo se reduce a un vulgar inventario de objetos que se miran y se tocan. Y si la soledad y el silencio son la levadura necesaria para nuestras invenciones, es en el compartir en donde cobran verdadera existencia. Como Pinocho.Y aquí otra vez el cuento empieza

viernes, 6 de junio de 2008

La feria

Dedicado a mi suegro Hoy la mamá nos llevó a la feria de Simoca. El papi había acabado de cobrar el jornalito, que ya ni papa ni mandioca quedaban. Ni yerba quedaba y, yo no, pero los chiquitos lloran de noche cuando no hay. A mí me gusta la Feria porque entonces la mamá me deja arriar el burro porque soy el mayor. Nube es mi burro y yo lo quiero, aunque no es muy entendido. Al Nube se lo regaló el patrón al papá cuando yo nací. Dicen que se echaba cerquita de mí cuando hacía frío y así dormíamos los dos. Por eso es como mi hermano. A veces, cuando la mamá se enoja me dice que soy burro como él. Una vez teníamos que ir donde el papá que tenía un trabajo en la Ciudad. Habíamos de tomar el tren de la tarde. Cargamos a los chiquitos con las mantas y los morrales sobre mi burrito. Pero él, acostumbrado como está a tomar el otro camino, el que va a la ladera del cerro a pastar, no quería ir a la estación. Cuando llegamos el tren se había ido y hubimos de tomar el de la noche. Pero el papá pensó que veníamos al otro día y se fue. Hubimos de pasar la madrugada y el día en la estación y gracias a Dios y a la Virgencita que el hombre de ahí nos dijo que el papá nos había estado esperando y nos dio lugar donde quedarnos, en la sala de espera. Así de poco entendido es el Nube. Así de bruto soy yo para las cuentas y la lectura. Sí me gusta la geografía y las ciencias naturales. El profesor Marcos dice que soy inteligente. Una vez, cuando yo no iba a la escuela, vino a casa. Estuvo charlando con la mami y al otro día me trajo un par de zapatillas y juntos andamos hasta el colegio. En el camino, me fue conversando de muchas cosas: hay un país donde las calles son de agua y la gente cruza en botes. Él estuvo. Hay otro que las vacas andan por la calle como si fueran perros y nadie las carnea para el asador. Me preguntó qué que quería ser yo de grande y le dije que nose, pero ahora creo que me gustaría ser como él y leer libros con dibujos de pintores como él me mostró. En el colegio hice amigos. Mi mejor amigo es el Ramón el hijo del almacenero. El papá habla mal de su papá, sobre todo cuando anda picado, pero a mí no me importa. También más antes de ayer me agarré a piñas con los mellizos del Cándido, que le andaban molestando a la Iona. Me dieron una buena y encima, cuando llegué a casa con la camisa rota hube de ligar de nuevo. Igual, no me importó. La Iona siempre es buena conmigo y me convida pasteles de batata que le hace su abuela. Ella sí ya escribe de corrido y siempre levanta la mano primera. Cuando nos separaron sus ojos me miraban llenos de estrellas. Ella también estaba en la feria, pero cuando me vio agacho la cabeza y se puso colorada. Es porque su mama estaba al ladito y no la deja hablar con los changos. A lo lejos vi al profesor Marcos. Estaba comiendo una empanada frita. Cuando me vio me llamó y yo, que estaba luchando con una gallina bastante enrevesada, dejé todo y me abrí paso donde él como pude. Olía a aster iave que es un perfume muy lindo que se compra en Buenos Aires, nos contó. Sin decirme nada, me dio la carta de la Iona.
¿Querés ser mi novio? -decía con su letra parejita. ¡ La pucha que vale haber aprendido lectura!
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