Yerbas Literarias- Un espacio para disfrutar

Los críticos critican lo que los hacedores hacen.Y, siempre,pero siempre, se quedan mirando al borde del camino.Será por eso que prefiero la palabra escrita a la palabra hablada. Sabe Dios cuántas veces un personaje dice o hace lo que su autor no puede. O cuántas veces más un verso, una palabra o una imagen resuelven tantas horas de fatigadas cavilaciones. De tal suerte, es desde este ser y de este hacer que salen las historias.Historias que te cuento, historias que me cuento, como cuando niños. Historias impresas en el cuero, en lo profundo del alma. De niña imaginaba que los escritores eran señores importantes pertenecientes al pasado. Todos ellos muertos, sabios y lejanos.Ya en la adolecencia el escritor pasó a ser para mí una especie de Robinson Crusoe iluminado. El artista era un ser raro, un elegido de las musas, que tocado por la varita mágica de la inspiración llegaba desde su soledad esclarecida hasta nosotros, simples mortales.Hoy se que todos tenemos una historia que contar y que escuchar. Una historia escrita en nuestros cuerpos, en nuestros días y en nuestras almas.Para toda boca hay una oreja y viceversa. Nuestras vidas se nutren de estas vidas de tinta que anidan en el papel. Sin ellas nuestro mundo se reduce a un vulgar inventario de objetos que se miran y se tocan. Y si la soledad y el silencio son la levadura necesaria para nuestras invenciones, es en el compartir en donde cobran verdadera existencia. Como Pinocho.Y aquí otra vez el cuento empieza

lunes, 19 de mayo de 2008

Eutrapelia

Homenaje a Clarice Lispector No fue más que un simple comentario. El Inglés es malo. El Inglés me oprime, me maltrata. En realidad, yo estaba diciendo: me siento oprimida, maltratada. No sólo por el Inglés . Oprimida, Maltratada. Gaby me trajo la solución. Y la solución tenía la forma de tres bolsitas: En la primera café En la segunda azúcar En la tercera cal Su abuela lo usaba para eliminar las cucarachas El siguiente cuento podría completarse de tres maneras: La venganza La indiferencia La justicia La venganza Mi aptitud para el asesinato era desconocida para mí. Hasta entonces. Odié a ese hombre con todas las fuerzas de mis entrañas. Y era demasiada fuerza. La solución estaba a la vista. Era simple, cristalina, autosuficiente. Como las formas puras, bella. Como las formas puras. Mañana el Inglés vendría a la oficina. El café "is a must" según sus propias palabras. Sólo se trataba de preparar ese café. Especial para él. Duro como una cucaracha. La Indiferencia Preparé el café con deleite. Creo que no era yo, era la otra, la que hace que las cosas brillen. Ella, yo, demoramos primorosamente la mezcla. Como el primer platillo para el ser amado: esmero, delectación. Entré con la bandeja a la oficina. No reparó en mí, sumido como estaba, en su propio mar de palabras. Yo creo que para ese entonces no hablaba, no escuchaba, no se escuchaba. Sólo se miraba. Se miraba en su espejo de oro. Tomamos el café, seguimos departiendo. Llegó el momento de partir y todo estaba como siempre. En algún sitio remoto miles de inocentes perecían aplastados por un atentado brutal. La justicia Iba a tomar la taza cuando el celular sonó. "Excuse me" nos dijo, pero del pasillo llegaban las interjecciones, las frases entrecortadas, las defensas cada vez más bajas. Volvió. El rostro algo desencajado, la mirada ausente. Dijo que ahora debía partir Que algo imprevisto Que despues nos explicarían Salió mientras yo apuraba el café en el lavatorio. Ya se había enfriado. Queda hecho el depósito que marca la ley 11723 sobre derechos de autor.

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