Yerbas Literarias- Un espacio para disfrutar

Los críticos critican lo que los hacedores hacen.Y, siempre,pero siempre, se quedan mirando al borde del camino.Será por eso que prefiero la palabra escrita a la palabra hablada. Sabe Dios cuántas veces un personaje dice o hace lo que su autor no puede. O cuántas veces más un verso, una palabra o una imagen resuelven tantas horas de fatigadas cavilaciones. De tal suerte, es desde este ser y de este hacer que salen las historias.Historias que te cuento, historias que me cuento, como cuando niños. Historias impresas en el cuero, en lo profundo del alma. De niña imaginaba que los escritores eran señores importantes pertenecientes al pasado. Todos ellos muertos, sabios y lejanos.Ya en la adolecencia el escritor pasó a ser para mí una especie de Robinson Crusoe iluminado. El artista era un ser raro, un elegido de las musas, que tocado por la varita mágica de la inspiración llegaba desde su soledad esclarecida hasta nosotros, simples mortales.Hoy se que todos tenemos una historia que contar y que escuchar. Una historia escrita en nuestros cuerpos, en nuestros días y en nuestras almas.Para toda boca hay una oreja y viceversa. Nuestras vidas se nutren de estas vidas de tinta que anidan en el papel. Sin ellas nuestro mundo se reduce a un vulgar inventario de objetos que se miran y se tocan. Y si la soledad y el silencio son la levadura necesaria para nuestras invenciones, es en el compartir en donde cobran verdadera existencia. Como Pinocho.Y aquí otra vez el cuento empieza

miércoles, 14 de mayo de 2008

Cecilia

Cecilia Diana Kempfert Hoy volvió a llamarme Cecilia desde Madrid. Dice que me vaya para allá. Y pronto. Insiste. Del otro lado de la línea. Dice que acá están pasando cosas. Que ella lo leyó en los diarios de allá. Dice que hay redes que son como telas de araña. Dice que son trampas mortales. Cecilia llora. Yo le digo que bueno, que voy a ver. Cecilia suplica. Le digo que me parece que no voy a ir a ninguna parte. Cecilia tira de la cuerda, es cuerda, me recuerda, que no me pierda, que es una mierda. Cecilia grita. De repente yo también estoy gritando que minga que las pelotas que no tengo porque irme a ninguna parte quesevayanalareputamadre. Cecilia hace silencio y entonces derriban la puerta.

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