Yerbas Literarias- Un espacio para disfrutar

Los críticos critican lo que los hacedores hacen.Y, siempre,pero siempre, se quedan mirando al borde del camino.Será por eso que prefiero la palabra escrita a la palabra hablada. Sabe Dios cuántas veces un personaje dice o hace lo que su autor no puede. O cuántas veces más un verso, una palabra o una imagen resuelven tantas horas de fatigadas cavilaciones. De tal suerte, es desde este ser y de este hacer que salen las historias.Historias que te cuento, historias que me cuento, como cuando niños. Historias impresas en el cuero, en lo profundo del alma. De niña imaginaba que los escritores eran señores importantes pertenecientes al pasado. Todos ellos muertos, sabios y lejanos.Ya en la adolecencia el escritor pasó a ser para mí una especie de Robinson Crusoe iluminado. El artista era un ser raro, un elegido de las musas, que tocado por la varita mágica de la inspiración llegaba desde su soledad esclarecida hasta nosotros, simples mortales.Hoy se que todos tenemos una historia que contar y que escuchar. Una historia escrita en nuestros cuerpos, en nuestros días y en nuestras almas.Para toda boca hay una oreja y viceversa. Nuestras vidas se nutren de estas vidas de tinta que anidan en el papel. Sin ellas nuestro mundo se reduce a un vulgar inventario de objetos que se miran y se tocan. Y si la soledad y el silencio son la levadura necesaria para nuestras invenciones, es en el compartir en donde cobran verdadera existencia. Como Pinocho.Y aquí otra vez el cuento empieza

jueves, 15 de mayo de 2008

Mensaje al Futuro (Juvenil)

El día que Mario lo trajo a casa me exasperó bastante. Es verdad que yo ya estaba acostumbrada –resignada- a sus excentricidades y a ese maldito hábito de llenar nuestra casa de porquerías encontradas….bicicletas destartaladas, cuadros rotos, zapatillas impares, chupetes sucios, sillones para nadie, libros sin tapas, ramas de ficus que nadie plantaría nunca……Pero esto ya era demasiado: un tonel de lata, enorme, gordo, latoso. Lo miré con espanto asomarse con dificultad al recibidor, luego a Mario que lo empujaba por detrás, luego al tonel nuevamente, luego a mi inefable marido, luego al inefable tonel. Creo, no podría asegurarlo, pero creo que ya en ese momento tuve un presagio. Es verdad, tendría que haberlo sabido, ud. dirá, tendría que haber puesto el grito en el cielo. Ese era el momento, después sería demasiado tarde. Cuando le pregunté que para que quería semejante adefesio me sorprendió- como siempre- con un disparatado plan de rellenarlo con un mensaje para arrojar al espacio. -Cada día está más loco! Loco, reloco, loco de remate, loquísimo! Digno marido mío! (como lo quiero!) – pensé Me dije que con el correr de los días se olvidaría del tonel y entonces sí, a la calle! Pero no: con el correr de los días empecé a notar las extrañas desapariciones. Primero fue un zapato rojo mío, un Luis IV bellísimo y carísimo. Siguieron los utensillos de cocina; la lámpara china; el disco de pasta de Armstrong ; las pelotas de medias sucias ; El diccionario Enciclopédico. Como toda respuesta a mis interrogatorios, Mario arqueaba la cejas y espetaba – es un mensaje al futuro, vos sabés…- Pero yo no sabía ni entendía nada. El colmo fue el día en que desapareció el platito del gato a la mañana para, al mediodía desaparecer el gato entero. Estaba harrrrrta, furiosa, era el colmo, ¡el colmo!…iba a abrir ese maldito tonel, como fuera. Iba a recuperar mis cosas como fuera. Lo último que recuerdo fue la inmensa oscuridad al levantar la tapa, al inclinarme hacia el fondo, al sentirme atraída, absorbida, centrifugada, literalmente chupada hacia el fondo, hacia el centro, hacia la oscuridad y el vacío. Ahora estoy aquí. Por suerte está mi gato haciéndome compañía. Ya me acostumbré a la negrura y escribir en las hojas que encontré aquí caídas o guardadas, no se. Desde aquí escribo esta historia, yo, el mensaje viviente que, en breve supongo, será arrojado al espacio.

1 comentario:

Anacleto Morones dijo...

Me alegra saber que continuás, a pesar de los pocos altos y recurrentes bajos, del mismo lado de la barricada y tu personalidad sigue intacta (no le puliste la puteada final como te lo había sugerido) Es este un texto original y conmovedor, sabés lo mucho que me atrajo cuando lo leí por primera vez y ahora que lo releo y compruebo que la puteada final sigue en su lugar, me atrae mucho más.
Me gusta tu blog y espero que colapse la red de tantas visitas.
Va este cariñoso saludo; Alejandro