Yerbas Literarias- Un espacio para disfrutar

Los críticos critican lo que los hacedores hacen.Y, siempre,pero siempre, se quedan mirando al borde del camino.Será por eso que prefiero la palabra escrita a la palabra hablada. Sabe Dios cuántas veces un personaje dice o hace lo que su autor no puede. O cuántas veces más un verso, una palabra o una imagen resuelven tantas horas de fatigadas cavilaciones. De tal suerte, es desde este ser y de este hacer que salen las historias.Historias que te cuento, historias que me cuento, como cuando niños. Historias impresas en el cuero, en lo profundo del alma. De niña imaginaba que los escritores eran señores importantes pertenecientes al pasado. Todos ellos muertos, sabios y lejanos.Ya en la adolecencia el escritor pasó a ser para mí una especie de Robinson Crusoe iluminado. El artista era un ser raro, un elegido de las musas, que tocado por la varita mágica de la inspiración llegaba desde su soledad esclarecida hasta nosotros, simples mortales.Hoy se que todos tenemos una historia que contar y que escuchar. Una historia escrita en nuestros cuerpos, en nuestros días y en nuestras almas.Para toda boca hay una oreja y viceversa. Nuestras vidas se nutren de estas vidas de tinta que anidan en el papel. Sin ellas nuestro mundo se reduce a un vulgar inventario de objetos que se miran y se tocan. Y si la soledad y el silencio son la levadura necesaria para nuestras invenciones, es en el compartir en donde cobran verdadera existencia. Como Pinocho.Y aquí otra vez el cuento empieza

miércoles, 14 de mayo de 2008

San Disparate (Infantil)

San disparate era el Santo más milagroso y cumplidor del mundo. También era generoso y protector, lo que hacía que los necesitados acudieran a él en busca de ayuda, así como hoy recurren a San Cayetano, Poncio Pilato o San Expedito. Pero San Disparate tenía un problema: Se estaba quedando algo sordo. Además desde siempre había sido muy, pero muy distraído. Ocurrían, entonces gran cantidad de equívocos: A Juan, que quería un perro, le había mandado puerros. A Domingo que pedía salud le dio un laúd. Concepción pidió una parra y le llegó una guitarra. Poroto que necesitaba trabajo, recibió un contrabajo. Diga que para salvar este inconveniente se unieron y formaron la famosa orquesta de cuerdas “Domingo con Porotos”. Y Juan vendía puerros calientes a la salida de los conciertos. Pero los disparates de San Disparate no terminaron ahí: A Fermín que suspiraba por el amor de Malena, le mandó una ballena. Eso sí, una ballena muy coqueta que se pintaba los labios, daba besos y decía “I love you”. Estela quería amigas, pero le llegaron ¡vigas! Ni corta ni perezosa Estela construyo con las vigas una casa toda rosa con un jardín primoroso. En la primera fiesta que dio en la casa vinieron doscientas cincuenta chicas de todo el país. Junto a Estela bailaron, se rieron, se contaron secretos, criticaron a otras y hasta se pelearon, lloriquearon y se reconciliaron. De allí nació una entrañable amistad para toda la vida. Fue aquella la época en que los olmos dieron peras y los chanchos andaban chiflando. Los chicos del colegio pedían vacaciones y San Disparate les mandaba ¡evaluaciones! El colmo fue la vez que la gente del campo le pidió que hiciera crecer sus sembrados. Solícito, San Disparate las hizo crecer tanto, pero tanto que esa región es hoy la conocidaSelva Amazónica. Los campesinos, entonces tuvieron que acostumbrarse a vivir como Tarzan, lo que tuvo su lado divertido, también. Tarzan, por su parte, cansado del bochinche se mudó con Jane, la mona y el elefante al Sheraton de Nueva York y se convirtió en unexitoso accionista de la bolsa . En éste punto Dios tuvo que intervenir. Para compensar estos errores decidió asignarle a San Disparate un ayudante dedicado a reparar y socorrer a los fieles en apuros: Pochi. Pochi era un diminuto angelito japonés risueño y afable que había sido agraciado con un don muy especial: tenía un corazón tan tierno y tan flexible que podía convertirse casi en cualquier cosa. Así el corazón de Pochi hacía las veces de red que atajaba a los bebés que daban sus primeros pasos; de colchón para los perritos de la calle; de manta para los abuelos friolentos. También ayudaba a las doñas con las bolsas cuando volvían del mercado y se interponía en los choques de autos. Pero Pochi tenía un problema: era un poco miope. Esto, a veces, complicaba sus tareas de rescate. Un día en que estaban trabajando en el despacho de San Disparate escucharon un ruego muy particular. Era el día en que se disputaba el super clásico Alumi vs. Jorge Newbery . Iban 0 a 0 . Ambas hinchadas, desesperadas, rezaban por un gol, gol, gol. San Disparate y su ayudante acudieron de inmediato. El partido venía muy trabado y el clima era de tensión absoluta. Los hinchas de un lado y del otro insistían: -un gol, un gol, un gol...-El santo miraba hacia un lado y otro, su escasa audición confundida por el rumor. -Un gol, un gol, un gol... –clamaban los hinchas. Cada vez se le hacía más difícil... Al fin se decidió: mandó un gol espectacular, histórico, un gol de media cancha ¡en contra! Pochi intentó interceptarlo con su corazón antes de que alcance el arco, pero como no pudo ver bien la jugada, enredó al pobre arquero que se debatió inútilmente contra una red invisible. Los hinchas quedaron desolados. Todos. Porque aún lo vencedores no querían ganar de esa forma, sino en buena ley. Fue entonces que, con su infinita paciencia, el Tata intervino de nuevo. Esta vez decidió hacerles a ambos un regalo que les cambiaría la vida: Un audífono a San Disparate y a Pochi unas gafas de aumento. Al poder oir mejor el santito dejó de estar tan distraído tratando de entender lo que los fieles le decían. Además pudo volver a percibir los más bellos y sutiles sonidos de la naturaleza: el canto de las ranas, el aleteo de las aves, el viento entre las hojas, el rezo de un niño. Pochi, por su parte, ya no se agota tratando de ver desde el cielo quien necesita ayuda y, si siempre fue alegre, con esto se volvió más alegre todavía. Ahora volvió a ver a las laboriosas hormigas que desde su fila los saludan levantando la patita cuando pasa volando raso. A los ciempiés que le hacen morisquetas y a las mariposas cuando se ponen a su lado para sacarle la lengua. Dios, además, decidió dejar los milagros complicados para otros santos como la Virgencita, San Antonio o Santa Rosa. A San Disparate y su angelito les dio otra tarea: llevar alegría y ocurrencia a tantos corazones preocupados y aburridos que andan x el mundo. Y, como es sabido, la alegría construye puentes de fraternidad entre los hombres. Así qué, cuando conozcamos a alguien que parece no entender nuestras palabras o ver bien, recordemos que pueden estar necesitando nuestra ayuda. Cuando usemos o veamos a otros usar gafas o audífono pensemos en los personajes de esta historia que tanto bien hacen al mundo. Cuando nos ocurran esas cosas raras y divertidas saludemos con una carcajada a los heroes de este cuento: San Disparate y su angelito japonés.

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